domingo, 10 de mayo de 2020

Libros para la cuarentena III: La montaña mágica, de Thomas Mann

http://www.edhasa.com.ar/libro.php?ean=9788435008914&t=La+monta%C3%B1a+m%C3%A1gica


     (Atención, puede contener espóiler) Al leer varios artículos, como ya hemos comentado en el blog, relativos a lecturas aconsejadas para la cuarentena, aparecía este libro en el suplemento literario Babelia, de El País,apadrinado, nada menos que por Mario Vargas Llosa, y las opiniones del escritor peruano sobre literatura hay que tenerlas muy en cuenta (mucho más que aquellas que vierte como comentarista político, pero en fin, ese ya es otro tema) ¡Qué acierto tan fantástico y vaya sorpresa favorable la de esta lectura! Mirando por el retrovisor, la primera vez que escuché este título fue en el programa apresurado de la Literatura del siglo XX, en el antiguo Curso de Orientación Universitaria (el afamado C.O.U.), junto a decenas de lecturas más a las que prometí atender algún día. Después, no encuentra uno el momento pero, desde la declaración del Estado de Alarma el pasado 14 de marzo, sentí que el universo me mandaba señales inequívocas de que tenía que leer este libro. No solo por encabezar las recomendaciones de los suplementos culturales, sino, sobre todo, por ser el libro preferido de la protagonista de mi anterior lectura, la Dita Adlerova de La bibliotecaria deAuschwitz, que ha sido objeto de un post reciente. Argumentaba Dita que el encierro en el sanatorio de Berghof en el que ingresa el protagonista de La montaña mágica, el joven alemán Hans Castorp, tenía, salvando las distancias, similitudes con el de la propia Dita. Ambos son lugares a los que se llega con la idea de que será un destino temporal, y con desesperación, con el lento discurrir de los días, uno toma conciencia de que la estancia allí llevará más tiempo de lo previsto. A la vez, se trata en ambos sitios de que la vida y la muerte bailan de continuo una macabra danza y los personajes cercanos a los protagonistas de ambas novelas están vivos un día y, al otro, ya no lo están. Es, sin duda, una novela de las que podemos calificar “de confinamiento”, idónea para una situación como la actual, que hace apenas unos meses no es que no pudiéramos ni siquiera imaginar, sino que habríamos rechazado por inverosímil si nos la hubiera planteado una novela de ficción de serie B que leyéramos en ese momento. La  habríamos considerado un exceso de la mente calenturienta de un escritor fascinado por las epidemias víricas.
     Según palabras del propio Thomas Mann en el prólogo, la novela está ambientada en los años previos a la I Guerra Mundial (o la Grand Guèrre, según la denominación que hizo fortuna en la mayoría de los países europeos). Pues bien, entrando en materia, Hans Castorp, el protagonista, es un joven prometedor de la burguesía de Hamburgo. Se quedó huérfano de madre y padre siendo un niño y, tiempo después, fallece también su abuelo, el patriarca Hans Lorenz, que había llevado el apellido Castorp a las altas cimas de la política local en su calidad de senador. Con la muerte de su querido abuelo, queda privado de lazos familiares y crecerá bajo la tutela legal de la familia Tiennapel, cuyo representante designado, el tío James, se encargará de hacer llegar al joven Hans las rentas mensuales que les corresponden dada la desahogada posición económica de su familia de origen.
     Así, Hans Castorp se ha convertido en el prototipo perfecto de pequeño burgués germano, un ingeniero naval de 22 años, recién licenciado, que se dispone a incorporarse laboralmente a la marina civil de su ciudad local y que, antes de ello, planea unas vacaciones en el sanatorio Berghof, en la localidad suiza de Davos. Después de atravesar Alemania en tren y parte de Suiza, llega por fin a la estación de Davos donde le espera su primo Joachim Ziemssen, joven de su misma edad, de aires y gestos marciales que espera hacer carrera militar una vez supere las dificultades de salud que le mantienen confinado en el sanatorio. Uno de los logros de Thomas Mann es aclimatarnos al ritmo de la novela con un primer cuarto de libro (unas 250 páginas) que narra las tres primeras semanas de Hans Castorp, como invitado entre los pacientes. Esta distinción no es baladí, ya que el ser paciente da un caché, un estatus, del que carece cualquier invitado, por muy interesante que este sea. Por otro lado el orden social allí está acrisolado a más no poder y Hans Castorp dedica todas sus energías a entender el funcionamiento de esa microsociedad, los resortes que hacen funcionar los grupos y que adjudican a cada persona recién llegada a uno u otro en función de su origen, la lengua en que se comunica, el estrato social del que procede, sus aficiones o inclinaciones, etc. En la sociedad aparte que constituyen "los de arriba" la actividad es mínima y se reduce a varias comidas al día como acto social protagonista, paseos, tertulias y, sobre todo, la inactividad más absoluta en forma de curas de reposo que se repiten varias veces al día. Allá, arriba el joven ingeniero Hans Castorp, enfermará, perderá a seres queridos, experimentará el amor más atormentado, sufrirá, cual poeta renacentista, el desdén de la amada, el mal de ausencia, la punzada de los celos, se iniciará en el deporte del esquí, se perderá en una tormenta de nieve tras ignorar las advertencias de la Naturaleza, todo ello con un concepto elástico del tiempo con el que Thomas Mann juega a su antojo, nos lo presenta de forma engañosa, nos lo escamotea, cual se de un trilero se tratara, parece que habla de meses y hete aquí que han pasado años.
Se trata de una vida jalonada de pequeños momentos sociales y, al mismo tiempo, donde no hay nada que hacer. Y es ese “dolce far niente” el que empareja este libro con nuestra época actual de parálisis por la epidemia, al igual que en el Decamerón, donde el marco o “cornice” que engarza las historias es también la necesidad de los jóvenes de ser entretenidos, de distraer su ociosidad, mediante el flirteo, la narración de historias o, en el caso de La montaña mágica, también las conversaciones banales en ocasiones y en otras sobre sesudos temas filosóficos. En este punto cabe mencionar los dos personajes que se disputan el papel de "cicerone" de Hans Castorp y que ha llevado a la crítica a calificar La montaña mágica de "novela de aprendizaje". Por un lado, Settembrini, prototipo de humanista, ateo; por otro lado, el intelectual Nafta, considerado por el narrador "Némesis" del italiano con quien sostiene encarnizadas discusiones teóricas que no conllevan ninguna consecuencia práctica. Y, en medio, Hans Castorp, como quien presencia un partido de tenis, observando las réplicas y contrarréplicas de los dos intelectuales.

     Y aún nos queda por tratar otro título interesante del autor alemán que guarda también relación con algunos temas de la época actual, Muerte en Venecia. Pero esto ya quedará para posterior ocasión.

     

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