sábado, 11 de abril de 2020

Libros para la cuarentena I: La bibliotecaria de Auschwitz, de Antonio G. Iturbe


   Es un libro tal vez inesperado en esta sección, pues no está en ninguna de las recomendaciones de lectura que recogíamos en la anterior entrada del blog. La declaración del Estado de Alarma el pasado 16 de marzo me encontró enfrascado en su lectura, pero la historia de cómo este libro llegó hasta mí hay que ir a buscarla al programa de lecturas obligatorias de la asignatura Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato; en concreto, es el libro que la profesora de Historia de mi hija encargó que leyeran en el segundo trimestre. El interés que ofrece para el periodo histórico del nazismo es innegable, máxime cuando el 27 de enero pasado se cumplieron 75 años de la entrada de las tropas soviéticas en el campo de Auschwitz para su liberación. La dureza de lo que se cuenta en el libro obedece a la más cruda verdad sin paliativos y está entre los motivos que empujan a sumergirse en la lectura y no abandonarla sin dificultad. Dita (Edita) Adlerova, una joven de 15 años sobrevive como puede en el más famoso, tristemente, campo de concentración de Polonia durante la ocupación nazi. Sus días transcurren entre el miedo a morir, el hambre, la inhumanidad de los trabajos a los que se la somete siendo una niña. Su particular bajada a los infiernos desde su nacimiento en una familia acomodada nos ha sido contada, a retazos, mediante sucesivos “flashbacks”. Su primeros años de vida transcurren en la Praga dorada de principios de siglo, la Praga de Kafka, donde su padre, empresario de éxito a la par que tenor aficionado, colma de felicidad y de mimos a una niña afortunada en ese momento. Su madre responde al prototipo de mujer burguesa, de porte señorial, que va encajando sin descomponerse cada uno de los golpes que le propina la época terrible del ascenso imparable del nazismo y el triunfo del antisemitismo en sucesivas oleadas, cada una de ellas más terrible que la anterior. Así, se cuenta la expulsión del hogar adorado, con rumbo al gueto de Terezín, a decenas de kilómetros de la capital checa. Y la constatación de que todo puede ir a peor, con el traslado a Auschwitz. Y en mitad de ese lugar desolador, de repente, un rayo de esperanza para la joven Dita: el bloque 31 dirigido por Fredy Hirsch (un judío que mantiene en condiciones excepcionales el temple que solo cabe exigirle a un héroe), un bloque “familiar” donde por increíble que parezca, sobreviven unos cuantos niños y unos cuantos adultos que, improvisados profesores, se encargan de su educación de forma semiclandestina. Nadie entiende la existencia del bloque 31 en Auschwitz, parece que la única razón que lo explica es que sirva de coartada para los nazis en el caso de que observadores de la comunidad internacional deseen comprobar lo que sucede en los campos de concentración de Adolf Hitler, sobre los que circulan dentro y fuera de las fronteras del III Reich aterradores rumores. En este contexto Dita va a recibir de Fredy Hirsch un encargo que pondrá su vida en peligro y, al mismo tiempo, le insuflará el entusiasmo necesario para seguir resistiendo: el de ser bibliotecaria de Auschwitz, ángel custodio de un puñado de libros deteriorados que se han convertido en un tesoro preciado. Su tarea consiste en repartirlos por la mañana a los profesores para que impartan clase, y recogerlos por la tarde, repararlos si es necesario y guardarlos en lugar seguro. De ese modo, junto a la barbarie, encontramos la fe en la humanidad, la defensa de la educación por encima de todo y en cualquier circunstancia, y el mensaje sobresaliente de que un libro es esencial y puede salvar vidas. Este libro nos enseña que, en medio de la barbarie, la lectura es el puente hacia mundos mejores, y la protagonista corre hacia ellos como quien corre para salvar su vida, en sentido literarl. Por este libro, desfila un catálogo de clásicos llenos de sentido: en primer lugar, sorpresas te da la vida, el que encabeza todas las listas de recomendaciones de los medios de comunicación para estos días de cuarentena: La montaña mágica, de Thomas Mann, libro al que le dedicaremos capítulo aparte en este blog. También se cita  otra obra maestra como La metamorfosis de Kafka. Aparecen mencionadas obras que si bien puede que no disfruten del beneplácito de los críticos literarios, han conseguido el aplauso mayoritario de los lectores durante varias generaciones. Entre ellas,  Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek; o bien, El Conde de Montecristo, de Dumas; Nils Holgersson y, muy cerca del final, se alude y se adelanta el éxito que tendrán las notas que una niña coetánea de Dita escribe en su cuaderno: Anna Frank y su Diario. Y más allá de la Literatura se rinden honores a un puñado de libros desvencijados que prestaron servicio a estos niños hasta el final: no eran los mejores libros, pero eran los que había. Como muestra, un botón: Breve historia del mundo, de H. G. Wells.

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