Es un libro tal vez inesperado
en esta sección, pues no está en ninguna de las recomendaciones de lectura que
recogíamos en la anterior entrada del blog. La declaración del Estado de Alarma
el pasado 16 de marzo me encontró enfrascado en su lectura, pero la historia de
cómo este libro llegó hasta mí hay que ir a buscarla al programa de lecturas
obligatorias de la asignatura Historia del Mundo Contemporáneo de 1º de Bachillerato; en concreto, es el libro que la profesora de Historia de mi hija encargó que
leyeran en el segundo trimestre. El interés que ofrece para el periodo
histórico del nazismo es innegable, máxime cuando el 27 de enero pasado se
cumplieron 75 años de la entrada de las tropas soviéticas en el campo de
Auschwitz para su liberación. La dureza de lo que se cuenta en el libro obedece
a la más cruda verdad sin paliativos y está entre los motivos que empujan a
sumergirse en la lectura y no abandonarla sin dificultad. Dita (Edita)
Adlerova, una joven de 15 años sobrevive como puede en el más famoso,
tristemente, campo de concentración de Polonia durante la ocupación nazi. Sus
días transcurren entre el miedo a morir, el hambre, la inhumanidad de los
trabajos a los que se la somete siendo una niña. Su particular bajada a los infiernos desde su nacimiento en una familia acomodada nos ha
sido contada, a retazos, mediante sucesivos “flashbacks”. Su primeros años de
vida transcurren en la Praga dorada de principios de siglo, la Praga de Kafka, donde su padre, empresario de éxito a la par
que tenor aficionado, colma de felicidad y de mimos a una niña afortunada en
ese momento. Su madre responde al prototipo de mujer burguesa, de porte
señorial, que va encajando sin descomponerse cada uno de los golpes que le
propina la época terrible del ascenso imparable del nazismo y el triunfo del
antisemitismo en sucesivas oleadas, cada una de ellas más terrible que la
anterior. Así, se cuenta la expulsión del hogar adorado, con rumbo al gueto de Terezín,
a decenas de kilómetros de la capital checa. Y la constatación de que todo puede
ir a peor, con el traslado a Auschwitz. Y en mitad de ese lugar desolador, de
repente, un rayo de esperanza para la joven Dita: el bloque 31 dirigido por
Fredy Hirsch (un judío que mantiene en condiciones excepcionales el temple que
solo cabe exigirle a un héroe), un bloque “familiar” donde por increíble que
parezca, sobreviven unos cuantos niños y unos cuantos adultos que, improvisados
profesores, se encargan de su educación de forma semiclandestina. Nadie
entiende la existencia del bloque 31 en Auschwitz, parece que la única razón
que lo explica es que sirva de coartada para los nazis en el caso de que
observadores de la comunidad internacional deseen comprobar lo que sucede en
los campos de concentración de Adolf Hitler, sobre los que circulan dentro y fuera de
las fronteras del III Reich aterradores rumores. En este contexto Dita va a
recibir de Fredy Hirsch un encargo que pondrá su vida en peligro y, al mismo
tiempo, le insuflará el entusiasmo necesario para seguir resistiendo: el de ser
bibliotecaria de Auschwitz, ángel custodio de un puñado de libros deteriorados
que se han convertido en un tesoro preciado. Su tarea consiste en repartirlos
por la mañana a los profesores para que impartan clase, y recogerlos por la
tarde, repararlos si es necesario y guardarlos en lugar seguro. De ese modo,
junto a la barbarie, encontramos la fe en la humanidad, la defensa de la
educación por encima de todo y en cualquier circunstancia, y el mensaje
sobresaliente de que un libro es esencial y puede salvar vidas. Este libro nos
enseña que, en medio de la barbarie, la lectura es el puente hacia mundos
mejores, y la protagonista corre hacia ellos como quien corre para salvar su
vida, en sentido literarl. Por este libro, desfila un catálogo de clásicos llenos de sentido: en
primer lugar, sorpresas te da la vida, el que encabeza todas las listas de
recomendaciones de los medios de comunicación para estos días de cuarentena: La montaña mágica, de Thomas Mann, libro al que le dedicaremos
capítulo aparte en este blog. También se cita
otra obra maestra como La metamorfosis
de Kafka. Aparecen mencionadas obras que si bien puede que no disfruten del
beneplácito de los críticos literarios, han conseguido el aplauso mayoritario
de los lectores durante varias generaciones. Entre ellas, Las
aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek; o bien, El Conde de Montecristo, de Dumas; Nils Holgersson y, muy cerca del final,
se alude y se adelanta el éxito que tendrán las notas que una niña
coetánea de Dita escribe en su cuaderno: Anna Frank y su Diario.
Y más allá de la Literatura se rinden honores a un puñado de libros
desvencijados que prestaron servicio a estos niños hasta el final: no eran los
mejores libros, pero eran los que había. Como muestra, un botón: Breve historia del mundo, de H. G.
Wells.
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sábado, 11 de abril de 2020
Libros para la cuarentena I: La bibliotecaria de Auschwitz, de Antonio G. Iturbe
Etiquetas:
Confinamiento,
Crítica literaria,
Cuarentena,
Historia,
Libros,
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