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martes, 31 de marzo de 2009
Francis Bacon en El Prado
Un excelente plan cultural para esta Semana Santa puede ser visitar la exposición monográfica que dedica El Prado al artista irlandés Francis Bacon (Por cierto, después comí opiparamente en un restaurante gallego del cercano barrio de las Letras, llamado Terra Mundi, muy recomendable). La gestión del museo, tradicionalmente muy reacia a acoger en él la obra de autores del siglo XX, ha debido tener en cuenta, aparte de los méritos del artista, la etapa final de su vida en Madrid y su obsesión por el museo del Prado y sus visitas incansables para ver la obra de los que consideraba los popes de la pintura española: Velázquez, El Greco y Goya.
Sobre esta exposición, ahí van algunos enlaces: el artículo de Calvo Serraller en El País, el de Antonio Lucas en El Mundo, y un texto maravilloso de Rodrigo Fresán que encontramos en el blog Ignoria, biblioteca hogar. Pero, sin duda el post más completo que hemos encontrado sobre esta muestra está en el blog de Antonio Blanco Almeida, con unas reproducciones de los cuadros de excelente calidad y unos textos que hacen irrelevante nuestro trabajo en esta entrada del blog.
Además puede verse ">un documental en Youtube, en seis partes, del que aquí sólo enlazamos la primera, sobre una retrospectiva que se le dedicó en Londres.
La exposición que, consta de más de 60 obras, se subdivide en áreas que muestran, siguiendo criterios en parte cronológicos, asuntos que preocuparon al autor en distintas etapas de su vida: así, Animal (década de los 40), donde desde su posición atea, subraya la condición animal del hombre responsable, entre otras barbaries, de la Segunda Guerra Mundial. A Zona y Aprensión corresponde las variaciones sobre el Retrato del Papa Inocencio X (cuadro pintado en 1650 por Velázquez y que llegó a obsesionar a Bacon), es una etapa donde las bocas abiertas en un grito se convierten en la manifestación de angustia y pesimismo existencial.
Más tarde siguen Crucifixión y Crisis en los años 60, donde sus obras Estudios para una crucifixión y Crucifixión presenta la paradoja de que el profundamente cristiano tema de la crucifixión seduzca y obsesione a un artista ateo.
Finalmente, Retrato, en la década de los 70, se centra en la necesidad de Bacon de pintar a sus seres más cercanos; su relación con George Dyer, con quien ha vivido momentos de exceso se trunca en 1971 con la muerte de éste. A partir de aquí, el color negro ingresa con fuerza en sus pinturas.
Es de destacar toda la documentación del estudio del artista, sus testimonios biográficos y el archivo fotográfico, que ocupa, todo ello, una sala de la exposición.
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