martes, 17 de febrero de 2009

La noche de San Juan, de Lope de Vega


Bien conocida es la preferencia de Eduardo Vasco por el ciclo "de senectute" de Lope. En sus años como director de la Compañía ha subido a las tablas del Pavón El castigo sin venganza, apostó por Las bizarrías de Belisa para el debut de la Compañía Joven de Teatro Clásico y, en esta ocasión, La noche de San Juan, una comedia palatina de las menos transitadas del Fénix, tanto es así que cuesta conseguir una edición moderna del texto (Hay una excelente de 1988 en la editorial Iberoamericana, a cargo de Anita Stoll y también puede adquirirse la estupenda adaptación que Yolanda Pallín realiza "ad hoc" de la comedia de Lope y que ha publicado el INAEM en su colección Textos de teatro clásico.
Víctor Dixon, del Trinity College de Dublín, ha estudiado las circunstancias de la génesis de la obra y advierte de que este Lope se parece poco al Lope del Arte nuevo (Poética de la que se conmemora en 2009 el cuarto centenario). La obra fue encargada al Fénix por el Conde Duque de Olivares con poca antelación, apenas 20 días, para escribir una comedia a la altura de la familia real, que sería festejada en los jardines del Conde de Monterrey, al otro lado del Prado, la noche de San Juan. Hablando de Lope, el poco tiempo no sería un problema, sí lo era adecuar el estilo a Calderón, mejor valorado en la década de 1630 en palacio. A juicio de Dixon, lo consiguió. El Fénix consiguió metamorfosearse en "un pájaro nuevo", acercándose más a la poética de Aristóteles de lo que había hecho en su producción anterior.
Centrándonos en la representación, la elección de Helena Pimenta para la dirección es la de una profesional la solvencia que le dan sus años al frente de Ur Teatro. Como botón de muestra, baste mencionar Luces de bohemia, de Valle-Inclán y La tempestad, de Shakespeare, con un gran Ramón Barea encabezando el elenco en los dos montajes.
En cuanto al reparto, la elección de Alejandro Saa en el papel de primer galán nos suscitó alguna duda (no posee el físico más adecuado), pero el personaje de Don Juan le va como anillo al dedo: no se trata de un galán al uso, sino un caballero apocado, con tan alto concepto de la amistad que prefiere callar a enfrentarse con su amigo, don Bernardo, al enterarse de que ambos están enamorados de la misma mujer. Si David Boceta nos sedujo en su papel de Las bizarrías, su personaje de don Luis no da tanto juego, pero cumple con creces las expectativas poniendo en su discurso un punto cínico que conecta con el espectador actual.
Las damas están sobresalientes: Eva Rufo ratifica la impresión que ya teníamos de encontrarnos ante una gran dama del teatro clásico e Isabel Rodes, que nos había pasado desapercibida anteriormente, brilla en su interpretación de doña Blanca, quien parece estar siempre al borde del colapso. En el montaje que proponen Helena Pimenta y la Joven Compañía las mujeres llevan el peso de la acción (Ello no estaba tan claro en la obra de Lope). Son el motor de todas la acciones y se imponen a sus galanes don Juan y don Pedro. En el desenlace de la obra, cuando uno y otro confiesan ser solo de sus amadas, ellas les responden que son solo "Nuestras".

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