martes, 23 de abril de 2024

S.P.Q.R., de Mary Beard. Segunda parte

 

 

Entre el 112 y el 105 a. C. se desató una lucha por la sucesión del rey de Numidia.  Salustio lo contó 70 años después en su ensayo La guerra de Yugurta. Es este Yugurta un personaje oscuro que supo ver lo difícil que era para Roma mantener un control efectivo de sus fronteras. Mantuvo una postura de fuerza mezclando su calidad de estratega con su habilidad para sobornar a mandos militares romanos. Fue llamado a Roma para declarar, salió airoso de las acusaciones y a la vuelta comandó un ejército que se enfrentó a los romanos durante años. En este contexto adquiere un protagonismo destacado Cayo Mario, protegido del cónsul Quinto Cecilio Metelo. Batalló contra Yugurta, respaldado por su comandante segundo Lucio Cornelio Sila, derrotó al ejército de Yugurta y el mismo Yugurta fue capturado y llevado a Roma, donde fue juzgado y ejecutado. Cayo Mario era lo que se llamaba “un hombre nuevo”, había llegado a las altas esferas de poder tras una gran actuación militar. Pero fue mirado con malos ojos cuando pretendió ser cónsul. Los prejuicios patricios lo impedían. Pero no se desalentó y cuando lo consiguió, repetiría el cargo hasta 6 veces, algo que no se había hecho antes. Con él se dio algo infrecuente, fue puesto al frente de la guerra contra Yugurta por una votación de la asamblea de la plebe que anulaba una decisión previa del Senado. Ibán Martín cuenta un precedente entre el 449 y el 446 a. C. en que la asamblea de la plebe contradijo una decisión del Senado y votó a favor de premiar una victoria del ejército romano de los cónsules Valerio y Horacio. Los patricios echaban chispas. Mario tuvo un triste final, en el 88 a. C. un tribuno solicitó para él un último mando de otra expedición contra Mitrídates. Curiosamente, el general que pugnaba con él por comandar al ejército romano contra Mitrídates y se llevó el gato al agua no fue otro que Sila, quien, no mucho tiempo más tarde, marchó contra Roma.   

En el asedio a Pompeya del año 89 a. C. Cicerón ya era oficial bajo las órdenes del comandante Lucio Cornelio Sila. Procedía de una familia patricia venida a menos. Su figura controvertida y severa dominaría la política romana durante una década. Fue cónsul y con las tropas a su mando, marchó contra Roma para invadirla después de que primero se le encargara guerrear contra Mitrídates y después se le retirara el encargo en beneficio de un rival. En su ataque a Roma ardió el templo de Júpiter en la colina Capitolina, símbolo de la fundación de la República. Al consulado seguiría un periodo de gobierno en solitario. Catilina, a la sombra de Sila, pidió trato de favor para sus aliados. Ha llegado hasta nosotros la mala fama de Catilina, gracias a Cicerón, pero el sadismo de Sila estaba a otro nivel. Las polémicas de su gobierno desembocaron en un conflicto al nivel de guerra civil. Desde el 73 al 71 a. C. se desarrolló la rebelión de los gladiadores comandada por Espartaco. Tras un crecimiento rápido de la sublevación el ejército romano aplastó en sucesivas contiendas a los rebeldes. Los que sobrevivieron fueron crucificados en la Vía Apia en el 71 a. C. 


https://es.wikipedia.org/wiki/Catilinarias

Cicerón denunciando a Catilina. Maccari, 1880. Para Mary Beard el senado de la pintura está sobredimensionado. Se acentúa la soledad de Catilina, apartado en un rincón. Cicerón declama con los brazos abiertos en una pose teatral.

 Mary Beard dedica su capítulo 7 al enorme crecimiento en extensión de Roma, merced a las nuevas provincias y regiones conquistadas y la dificultad de administrar tan magno territorio. Se inicia con el proceso de Cicerón contra Verres en el 71 a. C., justo el mismo año que se crucificó en la Vía Apia a los últimos rebeldes que combatieron por Espartaco.  Este Verres ya se había visto involucrado anteriormente en algún caso turbio. Cenando en casa de un noble griego, Verres y sus hombres pidieron a la hija joven del noble que compartiera mesa con ellos. El noble se negó alegando que su hija era una mujer respetable y ello provocó la cólera de los comensales. De resultas, el noble griego resultó asesinado. Según Mary Beard, este hecho nace del desconocimiento por parte de los romanos de las culturas de otros pueblos sometidos o conquistados por ellos. Frente a una libertad de movimientos amplia de la que gozaban las mujeres romanas, en otras culturas, como la griega, el ámbito en que se desenvolvía la mujer era el del hogar. Más adelante, en el proceso contra él que llevó adelante Cicerón,  sabemos que Verres debía sentir inminente su derrota en el juicio, porque huyó y de manera voluntaria se exilió en una zona que coincide con el actual sur de Francia. Cicerón está en pleno apogeo de su popularidad en estos momentos, y en el 66 a. C. pontifica en el senado a favor de que el general Pompeyo sea el que comande el ejército de Roma contra el rey Mitrídates. Por último, en el año 62 a. C. Cicerón escribe su defensa del poeta Arquías, para quien solicita la ciudadanía romana, además de por corresponderle legalmente, por las aportaciones que ha hecho a la cultura y la civilización romana.

Era tremendamente difícil gobernar una extensión de territorio que se estaba haciendo tan grande. La recaudación de impuestos se convirtió en una actividad lucrativa. En las nuevas provincias se daba la recaudación de impuestos a quien pujaba más alto. Todo lo que excediera la cantidad pujada era el beneficio del pujador, con lo cual se exprimía a los habitantes del territorio adjudicado para conseguir un beneficio mayor. Con tantas expectativas de beneficio, existe al mismo tiempo una proliferación desaforada de la corrupción.

También en el año 62 a. C. Cicerón alertaba de los peligros que acechaban a Roma y proponía enviar de nuevo contra el rey Mitrídates al ejército romano comandado por un general en ascenso de prestigio y popularidad, Pompeyo. Venía de un mandato de larga duración en Hispania, después del cual fue elegido cónsul en el año 70 a. C. Su desconocimiento del funcionamiento del senado era total. Pidió a un amigo conocedor del asunto que le escribiera un manual para poder desenvolverse como cónsul. Por otra parte, él mismo cultivaba su similitud con Alejandro Magno, haciendo pensar que podía emularlo en sus virtudes militares. Así, el propio Pompeyo fue el principal impulsor de que se le adjudicara el sobrenombre de Magno. Su victoria fue arrolladora. Con los poderes que se le concedieron pudo administrar y organizar a su interés la enorme provincia romana que empezaba al Este y llegaba hasta Asia Menor. Tiene derecho a ser considerado primer Emperador. Su extenso programa de construcciones en Roma le pone al lado de los emperadores: teatros, jardines, salas de reuniones, etc. 

Esta es la reconstrucción del teatro de Pompeyo:

  

https://ieshistoria2010.blogspot.com/2012/11/el-teatro-de-pompeyo.html

 Cicerón en sus discursos adjudicaba a Pompeyo el adjetivo de “divino” igual que Julio César lo recibirá más tarde. Es con este precisamente con quien choca poco después, un rival que no solo estaba a su altura, sino que lo sobrepasaba: Julio César. Como muestra, un botón: Fue la primera persona viva que prestó su efigie para aparecer en moneda romana. Sin embargo, aún en el año 52 a. C. Pompeyo gozó la gloria de ser elegido cónsul único, algo muy excepcional, algo que redundó en beneficio de los deseos de los senadores, pues en un breve lapso de tiempo devolvió a Roma el control de sí misma.

 En el año 60 a. C. convergieron los intereses de los tres personajes de mayor relevancia de Roma en aquel momento: Pompeyo, Julio César y Marco Licinio Craso (Craso era en aquel momento el hombre más rico de Roma y el que acarreaba el prestigio militar de haber vencido al ejército de desesperados que se habían unido a Espartaco en su rebelión contra Roma). La vida y las polémicas que afectaron a estos tres personajes capitales a mediados del siglo I a. C. están documentados por Cicerón y algunos de los hechos los vivió en primera persona. Por ejemplo, Cicerón se enemistó con un tal Clodio, a raíz de una fiesta de mujeres propiciada por la mujer de César entre las cuales se descubrió a un hombre disfrazado. Clodio fue juzgado y, a pesar del testimonio acusatorio de Cicerón, que debía haber sido clave en la condena, Clodio fue juzgado y, merced a un cuantioso soborno, según se dice, declarado inocente. Igual que fue considerada inocente la mujer de César. A pesar de ello, César se divorció alegando que (y de ahí viene la expresión) la mujer de César no solo ha de ser honrada, sino también parecerlo. A raíz de este episodio, la enemistad entre Clodio y Cicerón se agudizó con distintos episodios en los que cada uno buscaba el fin del otro. En el 52 a. C. Clodio fue asesinado tras un altercado con los esclavos de uno de los amigos de Cicerón.

Por su parte, César en la década de los 50 sometió a millones de personas en sus diferentes incursiones por la Galia. Sus Comentarios sobre la guerra de las Galias son a la vez una autodefensa, un texto de estrategia militar y un manual de etnografía de un sagaz observador, atento a reflejar las costumbres extranjeras Cuando volvía victorioso no aceptó la orden del senado de presentarse en Roma sin su ejército, por miedo a ser juzgado y tal vez ejecutado. Julio César cruzó el Rubicón (en sentido literal y metafórico, siendo su acción la que marcó el inicio de la metáfora, de hecho) y marchó con el apoyo unánime de sus generales hacia Roma y de ese modo empezó la Guerra Civil, una guerra que se alargaría durante 4 años. Pompeyo fue el elegido para comandar las fuerzas anticesarianas, pero decidió montar su base de operaciones fuera de Roma, en Oriente. En el norte de Grecia sus tropas fueron derrotadas y él fue asesinado cuando trataba de refugiarse en Egipto. Estos hechos ocurrieron en el año 48 a. C. Una dinastía local fingió acogerlo pero lo decapitó para presentar su cabeza como ofrenda a César. Espantado, César favoreció a otra facción para que llegara al poder, que era la encabezada por Cleopatra, quien de este modo, fue reina.

Cicerón hubo de tomar partido por uno de los combatientes y eligió a Julio César. Con la derrota de Pompeyo, hubo de volver a Roma con el rabo entre las piernas y pedir perdón a César, quien se lo concedió. Mary Beard comenta aquí el concepto de “clementia”, que fue uno de los rasgos que aplicó Julio César con mayor frecuencia a su conducta con respecto a sus enemigos.Apenas pudo disfrutar César de su victoria más allá de la entrada triunfal en Roma en el 46 a. C. pues fue asesinado en el 44 a. C. en los “idus de marzo”. Largo de Torre Argentina actual en Roma fue el lugar donde fue asesinado.


 https://www.museivaticani.va/content/museivaticani/es/collezioni/musei/museo-gregoriano-profano/cesare-c-d--chiaramonti.html

El rostro del dictador presenta características faciales muy específicas que se mezclan con los rasgos idealizados. Esta característica parece inspirada en los retratos de los soberanos helenísticos y destaca en las imágenes que reproducen la última fisonomía de Cayo Julio César. Este retrato fue probablemente diseñado después de los Idus de marzo del 44 a.C. y se puede datar entre los años 30-20 a.C.
César, hombre político, militar y escritor (100-44 a.C.), transformó profundamente el estado republicano de Roma, preparando a su hijo adoptivo Octavio el camino para la revolución del sistema político que llevó al establecimiento del imperio. La cabeza de César fue vendida a los Museos por el escultor Vincenzo Pacetti en 1804, restaurada en 1823, se exhibió durante mucho tiempo en el Museo Chiaramonti.

Sobre la influencia y la presencia de Julio César en Roma, se puede consultar la siguiente página web:

https://www.enroma.com/julio-cesar-en-roma/

 

Tapiz que representa el asesinato de Julio César y que podemos admirar en los Museos Vaticanos. Forma parte de una colección de tapices dedicados a César y que el papa Julio III recibió como regalo al final de su vida, en 1555.

El capítulo 8 está dedicado a la familia, los matrimonios romanos, la mujer en Roma, los hijos. En comparación con otras civilizaciones contemporáneas, se afirma que la mujer romana durante la época de la República disfrutaba de cierta independencia, para entrar, salir de casa y llevar una vida a su aire. El fin del matrimonio romano era el de tener hijos legítimos. La mortalidad infantil era muy alta y también lo era el número de mujeres que fallecían durante el parto o poco después con las complicaciones sobrevenidas. Con todo, las familias preferían que les nacieran hijos varones que mujeres, pues andando los años había que proveer a estas con dote antes del matrimonio y ello suponía un quebranto económico a la familia. En torno al siglo I a. C. destaca un tipo de mujer independiente, patricia o plebeya con recursos económicos, casada, que hace alarde de su libertad y mantiene relaciones adúlteras más o menos a espaldas de su marido. El caso más conocido fue el de Clodia (hermana de Clodio, enemigo de Cicerón). Estaba casada con un senador y fue amante del poeta Catulo, cuyo amor inmortalizó en el libro Lesbia mía (un seudónimo que homenajeaba a la poetisa Safo que había vivido en la isla de Lesbos entre el siglo VII y el VI a. C.). Cicerón no sin malicia la apodó la “Medea del Palatino”.

Otro testimonio de otra mujer importante de la época lo recibimos también de la pluma de Cicerón, en este caso, acerca de su hija Tulia. En el año 45 a. C. la lloraba constantemente, de lo que deja testimonio en sus cartas a Ático, mientras planificaba la construcción de un templo, o “fanum” en su honor. Cicerón había pasado de ser en origen un ciudadano de segunda fila a entrar en la categoría de los hombres ricos, aunque aún a distancia de los súper ricos. Se calcula la fortuna de Cicerón en 13 millones de sestercios, a mucha distancia de Craso, cuya propiedad en Roma está valorada en 200 millones de sestercios.

El capítulo 9 arranca con la muerte de César, una chapuza poco planeada y que salió bien para los conspiradores de milagro. En el revuelo, incluso unos se apuñalaron a otros. No sabemos si Cicerón estaba en la conspiración contra César, pero no resulta nada extraño que los conspiradores recurrieran a él. Marco Antonio organizó un funeral para Julio César a la altura de las circunstancias. Se desconocen los motivos por los que Julio César adoptó a un sobrino nieto suyo en su testamento. Había otros candidatos: Cleopatra había puesto a su hijo el adecuado nombre de Cesarión, pero Julio César no reconoció a ninguno de sus hijos ilegítimos. En cambio, el joven autodenominado Cayo Julio César, aunque sus enemigos y los historiadores modernos (al menos en esta época) prefieren llamarlo Octaviano, recibió en el año 27 a. C. por fin el nombre con el que pasaría a la historia: Augusto. Va a ser un personaje más que interesante. Dominó la vida política durante más de 50 años. Con actitudes que van desde la inestabilidad inicial (con comportamientos violentos e incluso sádicos) a ser el paradigma del buen gobernante, justo y calmado.

En el año 31 a. C. se enfrentaron en la batalla naval de Accio (ciudad conocida como Actium en la época) los ejércitos de Octaviano por un lado y Marco Antonio y Cleopatra por otro. Las fuerzas estaban igualadas y la batalla fue reñida; pero, según Mary Beard, en cuanto la situación comenzó a decantarse del lado de Octaviano, Marco Antonio y Cleopatra huyeron y ello supuso la retirada de su ejército en desbandada; al fin y al cabo, sin sus caudillos al frente, no tenían por qué luchar. Esto definitivamente volcó la situación del lado del futuro Augusto. Hábilmente, este había transmitido la imagen de que se libraba la batalla contra un ejército extranjero, comandado además por una mujer que de manera impropia asumía un rol de hombre. A Marco Antonio lo presentaba como embrujado, sin juicio, hechizado por los encantos de Cleopatra. Mary Beard opina que Virgilio al componer por aquella época su Eneida debió aportar al personaje de la reina Dido de Cartago rasgos tomados de Cleopatra.

Sin duda ninguna, Augusto fue un gobernante innovador, promovió el culto a su imagen como nadie, imagen que se repitió hasta la saciedad en millones de monedas y en infinidad de esculturas. Por otro lado, décadas después de llegar al poder, la representación de su imagen no había cambiado. Seguía luciendo anacrónicamente joven y con una estética idealizada y helenizante que era reconocida como el colmo del buen gusto en la época, lejos de otros modelos anteriores que reproducían la vejez y el paso del tiempo en la piel de los representados. Gozó de una élite de artistas, literatos, dramaturgos a su alrededor como no se había conocido antes, una época esplendorosa. Con poetas como Virgilio, Horacio, Ovidio. Prosistas como Julio César, Salustio y Cicerón. Este último, mandado asesinar por Marco Aurelio, aunque con el consentimiento de Augusto.Sobre la vida de Augusto, tenemos la biografía que Suetonio trazó 100 años después de su muerte. Lo que el propio Augusto consideró que eran sus logros los recogió en la obra Res Gesta. Se puede visitar el Mausoleo de Augusto y el Ara Pacis, también levantada por él. Se encuentra junto al Tíber a 10 minutos andando desde Piazza di Spagna y a 14 minutos del Castel Sant Ángelo.

La sucesión de Augusto fue otra cuestión peliaguda. Había estado casado con Escribonia, su primera esposa, unión de la que nació Julia. Al poco de su nacimiento, Augusto se casó con Livia Drusila. Él reclamó sus derechos como padre y, junto con su nueva esposa, se encargaron de la crianza de Julia. Sabemos que la utilizó para sus planes dinásticos, entregándola en distintos matrimonios de conveniencia para dirigir su sucesión. Primero, a Marcelo, que murió de forma prematura, con gran dolor de Augusto; por eso le puso su nombre al conocido Teatro Marcelo que hoy es uno de los monumentos mejor conservados de la Roma clásica. Después, impulsó el matrimonio de Julia con su amigo y aliado, el general Marco Vipsanio Agripa (para ello, le obligó a divorciarse de su esposa). El matrimonio tuvo cinco hijos, pero ninguno de ellos sucedería a Augusto. Finalmente, el encargado de ello fue Tiberio, hijastro de Augusto y primer hijo de Livia Drusila, procedente de su anterior matrimonio. Alcanzó a ser emperador no sin polémica, de la misma manera accidentada que Augusto: este había dispuesto que dos personas le sucederían: su nieto Póstumo y Tiberio. Sin embargo, el primero de ellos murió en extrañas circunstancias y se sospechó que Tiberio tuvo algo que ver en ello. En cuanto a Julia, siempre se la ha pintado como una mujer promiscua, rebelde y de conducta escandalosa. Fue condenada por adulterio a destierro en la isla de Lesbos. Y tras la muerte de su padre, falleció por inanición sin que sepamos bien las causas.

En el capítulo 10 lleva por título Catorce emperadores y narra el lapso de tiempo desde Tiberio (14 d. C. – 37 d. C) hasta Cómodo (180 d. C. – 192 d. C). Cuenta el periodo de Tiberio en primer lugar, la sucesión de CayoCalígula”, el apodo le venía de las botitas, o pequeñas “caligas”, botas romanas, con las que desde niño participaba en los desfiles militares.  Hace hincapié en sus abusos, sus comportamientos caprichosos, la humillación que podía infligir a personas cercanas. Se dice que esta humillación a un notable romano, Casio Querea, estuvo detrás del complot para asesinarlo. Se había encargado a un grupo de soldados germánicos la protección del emperador, serían su guardia pretoriana. Se pensó que, siendo extranjeros, estaría a salvo de conjuras y confabulaciones contra él. Esta guardia pretoriana demostró ser fácilmente sobornable y a la orden de Querea asesinó al emperador en un pasillo solitario de su residencia. Mary Beard señala la diferente forma de llevar a cabo el magnicidio con 80 años de diferencia. La muerte de Julio César en el 44 a. C. se hizo en público, a la vista de todos, y con los senadores implicados manchándose las manos de sangre. En el 41 d. C. Casio Querea y algunos aliados encargaron el asesinato a unos sicarios y ni siquiera estaban presentes cuando se produjo. Calígula murió en soledad y la misma suerte corrieron su mujer y su hija cuando descubrieron al emperador herido, que agonizaba. Ingenuamente, se pensó que era la ocasión de volver a la República pero rápidamente surgió la candidatura de Claudio como emperador y la misma guardia pretoriana que estaba al servicio del anterior emperador fue sobornada por Claudio con una suculenta cantidad de dinero. El Senado solo pudo aceptar al nuevo emperador. Se bendijo el asesinato de Calígula, porque Roma había sido liberada de un tirano, pero se sentenció a muerte a los conspiradores Casio Querea y aliados.

En el capítulo se habla de la percepción de emperadores como buenos y malos. La visión de los emperadores “buenos” que llega hasta nuestros días procede del libro de Edward Gibbon, Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, publicado por partes desde 1776, donde Gibbon sentenciaba que entre la muerte de Domiciano y la llegada al poder de Cómodo Roma había disfrutado de un periodo de buenos gobernantes: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio y Lucio Vero. Por otro lado, se destacaban los defectos de los malos emperadores: Tiberio era amante de recibir caricias de jovencitos en la piscina de su retiro en Capri, Calígula era tiránico y quería hacer cónsul a su caballo, Cómodo desafiaba a los senadores vestido de gladiador y los amenazaba con acabar con sus vidas, Nerón como ejemplo de locura por el intento de asesinar a su madre Agripina, Domiciano gustaba de torturar a los animales en soledad solo como entretenimiento. A veces, la consideración de los emperadores depende de sus sucesores. Calígula debía ser difamado porque esta mala opinión serviría a su sucesor Claudio para asentarse en el poder como una mejor opción. Igual ocurrió con Nerón, al ser sucedido por Vespasiano. Si el emperador tenía una muerte tranquila y era sucedido por su hijo, este no necesitaba asentarse en el poder, despotricando contra su padre o forjando una leyenda negra contra él. Así, en el 79 d. C. Vespasiano murió por causas naturales y su hijo Tito accedió al cargo de emperador de manera plácida.

Las citas de Marco Aurelio llegan hasta nuestros días como ejemplo de ponderación y sentido común. Entre ellas, destaca: “No actúes como si fueras a vivir por diez mil años. La muerte te acecha. Mientras vivas, mientras sea posible, sé bueno”. Pero no escapó a la llamada de la vanidad: Su estatua ecuestre lució durante mucho tiempo en la Piazza del Campidoglio y se conserva su busto de mármol en los Museos Capitolinos.

 

 Fotografía propia

Su columna triunfal mostraba la aniquilación de los pueblos germánicos en las campañas bélicas, con imágenes tétricas, sin ninguna consideración hacia los vencidos. Llevado por la vanidad la construyó con la altura suficiente para superar y eclipsar a la de Trajano. La columna es la fórmula ideal para rentabilizar el esfuerzo de conseguir la mayor publicidad con el menor espacio invertido para ello.


 https://es.wikipedia.org/wiki/Columna_de_Marco_Aurelio

Por otro lado, el gusto de los emperadores por el lujo se disparó conforme pasaban los años. Conocido es el proyecto megalómano de Nerón con su Casa Dorada, que provocó que algunos de sus contemporáneos vieran con malos ojos como quería extender sus propiedades arrebatando espacio del centro histórico de Roma. Pero otro emperador de buen nombre como Adriano desarrolló su Villa Adriana de Tívoli, donde se encontraron restos de un templo consagrado a Venus, un centro palaciego y de jardines cuya extensión superaba a la de Pompeya. De aquí proceden asimismo restos de una escultura compatible con ser copia de la célebre Venus de Cnido, de Praxíteles. En los Museos Palatinos hemos podido admirar la Venus Capitolina emparentada con esta.

 

 Fotografía propia

Si nos detenemos en el culto a la imagen del emperador desde el año 117 d. C. y precisamente con Adriano encontramos una diferencia tan evidente como significativa: se empiezan a representar a los emperadores con barba completa y esta costumbre, moda, o curiosidad se va a perpetuar a lo largo de este siglo II después de Cristo, cuando en el siglo anterior no tenemos ni un solo caso.

 

Busto de Adriano en los Museos Vaticanos. Pertenecía a una escultura colosal que

estaba situada a la entrada del Mausoleo de Adriano, hoy Castel Sant'Angelo.

De esa gran escultura, solo ha quedado la cabeza.

https://www.tourblink.com/vaticanmuseums/monument/cabezadeadriano/es/?source=website

En cuanto a la sucesión de los emperadores, dependía, como hemos comentado, de las circunstancias de su muerte. Cayo, Nerón y Domiciano encontraron muertes violentas. En otras ocasiones, sobre las circunstancias de la muerte corrían rumores de envenenamiento. Esto ocurrió con Augusto, Tiberio y Claudio y las sospechas solían recaer sobre las esposas, que de ese modo, buscarían allanar el camino de sus hijos a la sucesión del emperador.

Trajano es un ejemplo de cómo la adopción era en procedimiento común entre familias patricias que buscaban un heredero y la del emperador no era ajeno a ello. Se adoptaba a adolescentes o jóvenes que parecían idóneos o habían hecho méritos. Se descartaba muchas veces la adopción de bebés por el alto riesgo de que murieran en su niñez. En su momento Augusto había adoptado a los dos candidatos que eligió como sucesores. Trajano fue adoptado, pese a su procedencia remota, Hispania. Su candidatura fue impuesta al viejo emperador Nerva. Tras ejercer Trajano como emperador durante 20 años, murió. Proliferaron los rumores de que había sido envenenado y que detrás de esa maniobra se buscaba asegurar la subida al poder de Adriano. Los procesos que se generalizaron más tarde en las monarquías medievales europeas consistentes en dejar la sucesión al primogénito no se respetaban en la antigua Roma. Marco Aurelio tuvo un hijo que sobrevivió a la infancia y sucedió a su padre, aunque ya se sabía que no era el candidato más idóneo. Cómodo subió al poder y su reinado como emperador no satisfizo a sus súbditos. Las funestas predicciones sobre su labor como emperador se cumplieron. Finalmente, fue asesinado en el año 192 d. C.

Y con esto damos por finalizada la revisión de este libro de Mary Beard que tanto nos ha servido para contextualizar nuestro viaje a Roma y conocer mejor la civilización de la antigua Roma, primero de la monarquía, después de la república y por último, del imperio, centrándose, bien es verdad, en el primer periodo del imperio, estos catorce emperadores de los que se habla.

 

 

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S.P.Q.R., de Mary Beard. Segunda parte

    Entre el 112 y el 105 a. C. se desató una lucha por la sucesión del rey de Numidia .   Salustio lo contó 70 años después en su ensayo...