miércoles, 17 de abril de 2024

S.P.Q.R, de Mary Beard

 

 

En su libro S.P.Q.R. Mary Beard se ocupa de temas que hemos tratado en capítulos anteriores de nuestro blog y hace un relato mucho menos detallado que el pódcast Roma Aeterna de Ibán Martín. Comienza mencionando el tránsito de la monarquía a la República y nos dice que, aunque los historiadores posteriores han suavizado este relato, dicho tránsito no debió ser fácil, ni las instituciones aparecieron de repente y empezaron a funcionar como una máquina bien engrasada.

Existe un texto capital compuesto por 80 sentencias breves que reúnen las primeras normas o regulaciones conocidas por las que se regían los romanos redactadas en el siglo V a. C. Se las llamó Las 12 Tablas,  por las 12 tablillas de bronce en las que inscribió originalmente. A pesar de las dudas de interpretación de su contenido, son una prueba inequívoca de la formación de un estado, al estilo del texto draconiano en la Atenas del siglo VII a. C. o el código de Hammurabi en la Mesopotamia de 1000 años antes. En ellas se explica las condiciones por las que se puede caer en la esclavitud por ejemplo, ser prisionero de guerra, contraer deudas con alguien y no poder pagarlas, nacer hijo de esclavo. También se tratan las relaciones entre patronos y clientes.

La primera vez que se menciona la palabra cónsul es en un monumento funerario del año 280 a. C. y se hace para referirse Lucio Cornelio Escipión Barbato, que lo fue en el año 298 a. C. Por debajo de los cónsules estaban los pretores y los cuestores, a los que se llamaba magistrados, si bien su función no era legal, ni tenía que ver con la aplicación de las leyes. Todo lo que se refiere a las bases de la República, dice Beard, podemos suponer que se asentó en un periodo entre el 490 a. C. y el 298 a. C.

En el siglo IV a. C. la proyección militar de Roma hacia el sur era tan sobresaliente, primero contra sus vecinos latinos, y decenas de veces contra Veyes. Y más tarde en diferentes incursiones entre 343 y 290 a. C. contra los sumnitas. Tanto era así que Tito Livio siente la necesidad de compararla con el poderío militar de Alejandro Magno y su temeraria a la par que exitosa campaña guerrera desde Grecia a La India entre los años 334 y 323 a. C. Se opone el talento y el carisma de líder en Alejandro Magno (reconociendo sus defectos, como el alcoholismo) a la potente organización del ejército romano y la no dependencia de un líder único (Por ejemplo, si un cónsul cae en combate, hay otros representantes de la “nobilitas” que pueden reemplazarlo).

La batalla de Cannas y la historia completa de la segunda guerra púnica ha despertado fascinación entre los militares, y los historiadores. En 216 a. C., de forma anterior a la respuesta romana se había producido una victoria previa de Aníbal que había generado un número de muertos tremebundo (se calcula entre 40 mil y 70 mil víctimas romanas en una sola tarde de combate). Una de ellas fue el propio cónsul Paulo Emilio, como muestra el siguiente cuadro:

 

De John Trumbull (1756-1843) - Yale University Art Gallery - The Death of Paulus Aemilius at the Battle of Cannae, Dominio público.

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=40826676

El pueblo romano era contrario a los sacrificios humanos, pero el miedo provocó que se enterrara vivas a dos parejas, una de griegos y otra de galos. No se conocen con exactitud las circunstancias del sacrificio ni los motivos de la elección de la nacionalidad de las víctimas. Roma, presa del pánico, formó parte de la nómina de pueblos bárbaros que ofrecían sacrificios humanos a los dioses para lograr su favor. La batalla de Zama en 202 a. C. supuso la victoria final de Escipión el Africano sobre Aníbal.

Polibio es una fuente fidedigna para hablar de Roma, pues la conoció como amigo y como enemigo. Había nacido en la aristocracia en una ciudad de Peloponeso y en el 168 a. C., Emilio Paulo derrotó al rey Perseo y Polibio se encontró entre los más de mil griegos detenidos que fueron llevados a Roma. 

El largo asedio y final destrucción de Cartago tuvo lugar en el 146 a. C. La ciudad, cuya ubicación era cercana a la actual Túnez, estaba rodeada por una muralla de 33 kms. de longitud. Los romanos, comandados por Escipión Emiliano solo consiguieron rendir la plaza por inanición tras cortar los suministros con la ciudad, después de más de dos años de asedio. El cartaginés Asdrúbal, de manera indigna, abandonó la ciudad e intentó pasarse al bando romano. Con un gran sentimiento de desprecio hacia él, su mujer prefirió morir que acompañarle en la vergüenza.

Parecido saqueo se produjo lejos de allí en la ciudad de Corinto, la más rica de Grecia en ese momento, gracias a la potencia comercial que le proporcionaba su ubicación.

¿Por qué tal brutalidad en estas dos expediciones? Apenas 50 años antes, Cartago se había rendido aceptando las exigencias de Roma y durante todo ese tiempo había aportado las indemnizaciones exigidas hasta cumplir lo pactado. ¿Fue un acto de venganza, de aniquilación de una potencia que podía suponer una amenaza si se le permitía crecer? Resuenan las palabras de CatónCarthago delenda est”. ¿Vale el mismo razonamiento para Corinto? ¿Fue devastada porque su pujanza comercial suponía un desafío para Roma?

Constituye una paradoja que el año 146 a. C. que supuso para Roma la época de mayor gloria militar supusiera el inicio del colapso de la República por el estallido de una serie de conflictos civiles y asesinatos que conducirían a la autocracia. Tal vez funcionara el axioma de que el temor al enemigo externo une al pueblo en el interior y viceversa.

En el año 137 a. C. Tiberio Sempronio Graco, procedente de una rama plebeya de la gens Sempronia, nieto de Escipión el Africano, héroe de guerra en el asedio a Cartago, observó en la campiña de Etruria cómo grandes extensiones de tierra eran cultivadas de forma masiva por esclavos para beneficio de una sola persona, un patricio, que estaba al frente de la explotación. Desde ese momento se comprometió con la reforma agraria que adjudicara a cada ciudadano romano que tan arduamente había combatido por su nación, al menos, el pedazo de tierra que legítimamente le correspondía, lo que generó desencuentros y tensión con los patricios que se negaban a acceder a una reforma que podía mermar sus beneficios. Tras diversos tiras y aflojas en la Asamblea Plebeya para elegir tribunos, una banda de senadores y matones irrumpió en la Colina capitolina y apaleó con la pata de una silla a Tiberio hasta morir. Era el año 133 a. C. La historia de los Gracos no acaba aquí, ni acaba bien. Cayo Sempronio Graco, tribuno de la plebe dos años consecutivos, en 123 y 122 a. C., propuso reformas que buscaban aliviar el alto precio de los alimentos que debía soportar la plebe en tiempos de crisis. Su propuesta de distribución de grano barato fue aprobada y perduró en los siglos siguientes. Pero en la lucha por ser reelegido tribuno por tercera vez en el 121 a. C. chocó con la oposición del cónsul Lucio Opimio que estaba acostumbrado a resolver sus desafíos a sangre y fuego (en el año 125 a. C. había sofocado por la fuerza de las armas el intento de la ciudad de Fregellae de romper con Roma). No escatimó medios para salirse con la suya y Cayo Graco murió de forma violenta, no se sabe si fue asesinado o se suicidó para adelantarse a su inminente asesinato. Consecuentemente, como responsable de la muerte de Cayo Graco, Opimio se vio obligado a marcharse al exilio.

 

Angelica Kauffmann, Cornelia, madre de los gracos (1785)

https://historia-arte.com/obras/cornelia-madre-de-los-gracos

En esta escena, Cornelia recibe la visita de una frívola patricia, que presume de sus posesiones materiales: todas las joyas que le ha regalado su marido. Cuando, ávida, pide a Cornelia que le muestre su más valioso tesoro, ella llama a sus hijos, dejando a la visitante totalmente abochornada por su actitud. Cornelia es también patricia, pero lo material queda para ella en un segundo plano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

S.P.Q.R, de Mary Beard

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