domingo, 21 de junio de 2009

Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, de Valle-Inclán, en el CDN


Tres amigos, antiguos compañeros de farras universitarias, fuimos al teatro Valle-Inclán el pasado 19 de junio. Como suele suceder en estos casos, a la salida del espectáculo estábamos de acuerdo en algunas apreciaciones y discrepamos en otras. Convinimos en que, de las tres piezas representadas, la que mejor conserva el tono poético que impregna todo el teatro de Valle-Inclán es Ligazón, merced a la propuesta escénica de Ana Zamora, que tiene el elemento acuático como protagonista (se camufla una pileta en mitad del proscenio y la acción se desarrolla en torno a ella) y una protagonista femenina que seduce e inquieta a la vez, destacada sobre el resto del reparto.

La cabeza del Bautista de Alfredo Sanzol, equilibra lo poético y lo cómico, recoge el humor que rezuman los textos dramáticos de Valle y propone una puesta en escena sesentera y "pop". Conforme los mozos bailarines desaparecen de escena se presenta desnudo el conflicto y se avanza hacia el trágico final: la risa se transmuta en llanto y todo termina donde empezó, en el huerto de limoneros.

Salva Bolta opta por una Rosa de papel gamberra e irreverente, en la que opta por romper el equilibrio entre lo poético y lo cómico del lado de lo cómico. Simeón Julepe es un personaje excesivo y a tal exceso se aplica el actor Marcial Álvarez con tesón. Subtitulada "Melodrama para marionetas", los actores, caricaturizados, gritan, hacen muecas y remedan muñecos de trapo.
¿Consigue el montaje el propósito de Valle de escandalizar, "épater le bourgeois", a un espectador actual? A este respecto, no nos poníamos de acuerdo. Uno de nosotros pensaba que a la sociedad actual no le escandaliza un crucifijo que lanza luces de colores cual dispositivo de discoteca, ni el personaje de la difunta Encamada como actualización carnal y voluptuosa de Cristo (véase la foto anterior), ni Simeón Julepe exhibiendo un monumental falo de trapo, agitándolo ante el público antes de entregarse a la cópula necrófila. Para los otros dos, los directores, sobre todo, Salva Bolta, habían encontrado la fórmula transgresora de remover al espectador del siglo XXI, fiel a la intención primigenia de Valle. En los momentos que acabamos de comentar hubo desfile de espectadores (algunos de ellos de avanzada edad) hacia la salida. Su expresión denotaba rechazo y/o decepción. ¿Se sentían escandalizados?
Nota: Tomamos las imágenes de la bitácora www.larepublicacultural.es

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